LOS PREMIOS

Nos tiene miedo. Fijo que nos tiene miedo, te lo juro. Soy pequeño, según mi tío un mocoso, pero a mí no me la cuela. Le huelo el pánico a kilómetros, con k de kilo. Se frota las manos constantemente, con nervios. A veces se pone una crema en las manos, será para que resbalen mejor, para pillar velocidad.

Es nueva, es su primer año de ser profe, me lo dijo mi madre. También me dijo que nos portáramos bien con ella. Qué quieres que te diga, a mí lo de portarme bien no me convence mucho si no me van dando premios, como a los perrillos.

Cada día le damos la tabarra. Nos intenta explicar cosas por ejemplo de matemáticas, algunas bastante difíciles o eso creo, tampoco es que le prestemos mucha atención la verdad. Nos ponemos mejor al cachondeo y a lanzarnos cosas, te lo juro. A veces utilizamos el boli como pistola porque se puede apuntar bien soplando por la punta, y hubo un día en que me dio por apuntarle a ella. Sin pensarlo mucho me pareció buena idea y le acerté enseguida. Se giró muy rápido pero creo que no adivinó que era yo. Estaba algo desconcertada. Menos mal que no se dio cuenta que era yo porque si no igual se lo chiva a mi padre y eso es algo malo o desastroso y ya me podía despedir de los premios por una temporada.

A partir de ese día llegó el cachondeo máximo. Se perdió el respeto, qué quieres que te diga. Ya no era el único que le disparaba bolitas a la profe cuando estaba de espaldas. Y un día se fue a hacer un recado o a hacer pis o a chivarse de algo a la directora, vete tú a saber, y dejó vigilando a la empollona, otra que tiene miedo y no nos va a controlar, así que enseguida empezamos al cachondeo, a gritar, a dar golpes en la mesa, a patalear, y hasta dio tiempo de dibujar un pito en la pizarra y poner al lado el nombre de la profe seguido de zorra. Algo malo o desastroso, pero también de cachondeo máximo.

Pero esta mañana ha pasado una cosa. Se ha puesto frenética, creo que se dice así. Primero ha gritado como una loca y la voz se le rompía a cachitos y daba mucha risa de ver. Pero después ha empezado a llorar y eso ya no daba tanta risa. A llorar de verdad, te lo juro. No era una rabieta ni estaba fingiendo como yo cuando quiero conseguir un premio de los grandes y no hay manera de ganarlo con las palabras y los discursos. Los lloros de la gente grande dan un poco de respeto, qué quieres que te diga, y todos nos hemos quedado en silencio, paralizados. Hasta me ha dado por acercarme a ella, te lo juro. No sé por qué me ha dado por ahí. A veces hago cosas sin pensarlo mucho la verdad. Pero es que yo tenía mucha pena dentro de repente y le he tenido que llamar la espalda como se llama a una puerta, porque estaba agachada sobre su pupitre. Ha levantado la cabeza y me ha mirado extrañada, esperando que le dijese algo, quizá esperaba algo malo o desastroso, pero le dije: "¿Por qué lloras profe, tienes pupa? No llores" 

Se ha quedado tranquilizada, que hasta empezó a reírse. Le ha hecho gracia pero no en plan cachondeo, en plan bonito me parece. Entonces me ha dicho una cosa que se me repite mucho ahora en la cabeza: "Lo que has hecho está muy bien. En la vida, más que cualquier cosa que estudies, importa ser buena persona y cuidar de los demás".

La clase estaba más tranquilizada también. Nos ha gustado su sonrisa, te lo juro, qué quieres que te diga. Y a mí me ha gustado portarme bien y sin premio como a los perrillos, me da igual la verdad ya soy grande.


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

OTRAS NOCHES

DECÁLOGO DE LOS SALVAJES MANSOS